Olas récord en el Pacífico. Los satélites registraron gigantes con una altura equivalente a edificios de 11 plantas.

El océano es capaz de sorprender incluso a los investigadores más experimentados, como demostró la tormenta que azotó el Pacífico en diciembre de 2024. Los satélites registraron entonces olas de una altura casi inimaginable.

El satélite SWOT, propiedad de la Agencia Espacial Europea, captó el 21 de diciembre un fenómeno extraordinario: olas con una altura media de casi 20 metros, con algunas gigantes que alcanzaban incluso los 35 metros. Imaginad un edificio de once pisos surcando el océano a la velocidad de un tren expreso: así eran estos colosos marinos.

Las olas gigantes son cada vez más frecuentes

Curiosamente, la misma tormenta fue el telón de fondo de dos acontecimientos legendarios en el mundo del surf. Mientras los intrépidos surfistas batían récords en las competiciones Eddie Aikau Big Wave Invitational en Hawái y Maverick’s en California, los científicos tuvieron una oportunidad única de verificar sus modelos oceanográficos en condiciones extremas.

Las olas generadas en el Pacífico Norte recorrieron en solo dos semanas una impresionante distancia a través del estrecho de Drake hasta la parte tropical del Atlántico.

Los investigadores, dirigidos por Fabrice Ardhuin, del Laboratorio de Oceanografía Física y Espacial de Francia, bautizaron la tormenta con el nombre de Eddie y siguieron su evolución a lo largo de 24 000 km. Las olas generadas en el Pacífico Norte recorrieron en solo dos semanas una impresionante distancia a través del estrecho de Drake hasta la parte tropical del Atlántico. Este viaje de energía a través de medio globo muestra cómo un solo fenómeno meteorológico puede afectar a las condiciones oceánicas en regiones completamente diferentes del mundo.

En septiembre de 2025, se publicó en PNAS un estudio con conclusiones sorprendentes. Resultó que los modelos numéricos existentes sobreestimaban el contenido energético de las olas oceánicas más largas. En realidad, la energía se concentra en las olas de tormenta dominantes, lo que los científicos compararon con la estrategia de un boxeador que concentra su fuerza en unos pocos golpes fuertes en lugar de dispersarla en muchos golpes más débiles.

Este descubrimiento revolucionario ha sido posible gracias a la tecnología satelital, que ha revolucionado la oceanografía. Anteriormente, los científicos tenían que basarse principalmente en simulaciones por ordenador y mediciones con boyas, que a menudo no resistían las tormentas más fuertes. SWOT ofrece observaciones continuas desde la órbita, inaccesibles para los métodos de medición tradicionales.

Los datos del proyecto Sea State de la Iniciativa sobre el Cambio Climático de la ESA indican que, en los últimos 34 años, las olas más altas se registraron en enero de 2014 durante la tormenta Hércules en el Atlántico. Alcanzaron entonces los 23 m de altura, causando daños importantes desde Marruecos hasta Irlanda. Aunque Eddie no batió este récord en cuanto a la altura máxima de las olas individuales, destacó por su media excepcionalmente alta en una zona enorme.

Las olas gigantes son cada vez más frecuentes

La ciencia se enfrenta ahora a un nuevo reto: investigar la relación entre la intensidad de estos fenómenos y el cambio climático. Ardhuin reconoce que la tarea no será fácil, ya que tormentas tan poderosas se producen una media de una vez por década, lo que dificulta la identificación de tendencias a largo plazo. Una complicación adicional es la influencia de las condiciones del fondo marino en la formación de las olas costeras.

Sin embargo, las nuevas posibilidades que ofrece la monitorización por satélite permiten albergar esperanzas de comprender mejor estos procesos. Aunque soy escéptico ante algunas previsiones optimistas, considero que herramientas como SWOT son indispensables en una época en la que el cambio climático puede influir en la frecuencia y la intensidad de los fenómenos meteorológicos extremos. Gracias a ellas, tal vez sea posible proteger mejor a las comunidades costeras de los efectos de las fuertes tormentas, lo que es especialmente importante para los millones de personas que viven cerca de los océanos.