Una pareja quiso que sus hijos se beneficiaran de una fiscalidad ventajosa regalándoles apartamentos en vida. El método elegido y la diferencia de valoración entre los dos inmuebles le han costado 50 000 euros a uno de los hermanos.
Todo partió de una buena intención. En 2013, los padres de Jules y Félix (nombres ficticios) decidieron hacer donaciones a sus hijos para beneficiarse de ventajas fiscales. Cada niño recibió un apartamento con un valor, en ese momento, de 300 000 euros. Cada progenitor se beneficia de una deducción de 100 000 euros, lo que supone un total de 200 000 euros de deducciones por hijo, renovables cada 15 años. 100 000 euros seguían siendo imponibles según la escala por tramos, hasta un 20 %. Por lo tanto, los hermanos tuvieron que pagar cada uno unos 17 000 euros por esta donación.
Doce años más tarde, falleció el padre, el último superviviente de la pareja. Durante una cita con el notario, los dos hermanos descubrieron que sus padres no habían elegido el método más adecuado para optimizar la donación. Vincent Coumans, asesor de gestión patrimonial en Vaneau y asesor de uno de los dos hermanos, cuenta: «En 12 años, los dos apartamentos no han evolucionado de la misma manera». Debido a esta evolución en la valoración del apartamento, el notario explica a Jules que debe 50 000 euros a su hermano.
«Cuando se han realizado varias donaciones simples en vida de los padres, se vuelve a hacer un cálculo global en el momento de la sucesión», explica Frédéric Labour, notario en Sainte-Geneviève des Bois. «Se hace como si los bienes donados siguieran formando parte del patrimonio de los padres y, a continuación, se reevalúa el conjunto. Si dos donaciones se refieren a bienes que han evolucionado de forma diferente a lo largo del tiempo, las partes ya no están equilibradas: entonces hay que restablecer la igualdad entre los herederos. Aquel cuyo bien ha ganado valor debe pagar una compensación a su hermano o hermana. Lo que prevalece es la igualdad absoluta entre los hijos.»
Un reequilibrio puede suponer una dificultad para aquel cuyo bien ha aumentado considerablemente de valor:
«Si no dispone de suficiente liquidez, puede verse obligado a vender su bien para indemnizar a su coheredero», advierte el notario. En el caso de Vincent Coumans, los hermanos recibieron suficiente liquidez para resolver rápidamente el asunto. «No hubo ningún problema entre ellos. Llegaron a un acuerdo y se realizará un pago de un hermano a otro gracias al seguro de vida de su padre».
Esta situación podría haberse evitado mediante un testamento en el que se indicara que los bienes donados no serían susceptibles de ser incluidos en la sucesión. «Pero cuidado, advierte Elise Mabille, notaria en Pagny-sur-Moselle (54), hay un límite. Si el bien donado ha adquirido demasiado valor y supera la parte de la que se puede disponer libremente, denominada cuota disponible, el excedente deberá compensarse con una indemnización por reducción». La mejor manera de evitar esta situación para los padres es la donación compartida. «En lugar de hacer dos donaciones simples separadas, habría sido necesario realizar una donación compartida que agrupara los dos bienes al mismo tiempo», explica Maître Labour. «Su particularidad es que se considera equilibrada y definitiva: en este caso, no se vuelve a hacer ningún cálculo en el momento de la sucesión».
Los beneficiarios de una donación compartida son los herederos presuntivos. Se convierten entonces, de forma inmediata y definitiva, en propietarios de los bienes transmitidos. Los bienes donados no son reintegrables a la sucesión: su valor se fija en la fecha de la donación y no se reevaluará, incluso si uno de los bienes adquiere mucho más valor que el otro con el tiempo. Atención: para que la donación compartida sea válida, los bienes donados deben tener el mismo valor en el momento de la donación.
