El peor momento para comer dulces. Y no es por la noche.

Los dulces despiertan emociones extremas desde hace años. Por un lado, los nutricionistas advierten sobre su impacto en la salud; por otro, es difícil negarles un lugar en la vida cotidiana. Son sabrosos, mejoran el estado de ánimo y, para muchos, son un elemento indispensable de la dieta. Renunciar por completo a ellos parece casi imposible para algunas personas. Sin embargo, resulta que el momento en el que tomamos estos dulces es clave.

La hora del día en la que comemos dulces influye significativamente en la reacción del organismo. Que un dulce sea solo un placer o que provoque ataques incontrolables de hambre depende de cuándo lo consumamos. Curiosamente, la noche, a menudo considerada el peor momento para tomar aperitivos calóricos, no es tan mala.

no puede renunciar a los dulces

Los dulces que se comen a esta hora son los más perjudiciales

El mayor problema es la mañana. Comer dulces con el estómago vacío puede provocar fluctuaciones bruscas en el nivel de azúcar en sangre. Tras la dosis matutina de azúcar, se produce un rápido aumento de la glucosa, seguido inmediatamente de una caída. El resultado es cansancio, irritabilidad y un gran deseo de seguir comiendo dulces.

En la práctica, esto significa que el día puede transcurrir bajo el signo de picar constantemente, y las comidas saludables quedarán relegadas a un segundo plano. El organismo, en lugar de obtener energía de alimentos completos, exige más dosis de azúcar.

El organismo exige cada vez más dulces, pero primero hay que desayunar alimentos saludables

La situación es completamente diferente cuando tomamos dulces después de una comida completa. Comer un postre después de un plato que contiene proteínas, verduras o grasas saludables no provoca subidas tan bruscas del nivel de azúcar.

Después de una comida así, el organismo está más estable y nosotros somos menos propensos a excedernos en el consumo de dulces. Además, el aporte previo de nutrientes valiosos hace que el dulce sea solo un complemento y no la principal fuente de energía.

Comer dulces después del almuerzo o la cena tiene otra ventaja: permite mantener las prioridades nutricionales adecuadas. Primero aportamos al organismo vitaminas, fibra y proteínas, y solo después recurrimos a algo para disfrutar. Es una situación totalmente opuesta a la de empezar el día con una barra de chocolate, que a menudo desalienta el consumo de comidas saludables.

En resumen, los dulces no tienen por qué excluirse por completo de la dieta si los consideramos un complemento y no la base del menú. El peor momento para consumirlos es por la mañana, especialmente con el estómago vacío. Sin duda, saben mejor y son menos perjudiciales cuando se toman como postre después de una comida completa, incluso por la noche.